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La transición energética, es decir, el proceso de cambio de las tecnologías, los medios y los sistemas en torno a la transformación de la energía de fuentes no renovables a renovables, como la solar y la eólica, es imperativa para reducir las emisiones de carbono y los daños medioambientales. La urgencia de actuar es tangible, teniendo en cuenta las frecuentes consecuencias del cambio climático: el deshielo de los glaciares (Venezuela ha visto desaparecer su último glaciar este año), la quema de bosques en todo el mundo y otros desastres debidos al aumento de las temperaturas cada año, que han marcado 2023 como el año más caluroso desde 1850, según los registros mundiales.
Teniendo en cuenta que el sistema socioeconómico actual depende en gran medida de la transformación energética a partir de fuentes de combustibles fósiles, por ejemplo, el petróleo y el carbón, parece crucial descarbonizar totalmente la matriz energética mundial. Este proceso es extenso y complejo, teniendo en cuenta el amplio alcance que tiene, ya que debe contemplar todos los sectores industriales y públicos a diferentes niveles.
Por complejos que sean, los procesos de transición implican diferentes perspectivas, cosmovisiones y comprensiones del mundo. La definición de las posibilidades de llevar a cabo estos procesos comienzan con una historia. Por ejemplo, existen modelos y planes para definir cuáles son los caminos más adecuados para lograr la transición energética en la academia, la industria y los imaginarios de la sociedad. El reto de crear una narrativa que abra posibilidades donde las diferentes perspectivas se alineen en un terreno común puede llevar a situaciones contradictorias. En la actualidad, la transición energética se encuentra inmersa en una situación de este tipo, teniendo en cuenta, por ejemplo, las enormes cantidades de metales necesarios para llevarla a cabo, que implican un aumento en actividades mineras cuyas consecuencias no difieren mucho de las de los combustibles fósiles.
Los artefactos de energía renovable necesarios para producir la energía que consumimos hoy en día a partir de combustibles fósiles están hechos de metales, y sus medios de funcionamiento también dependen de ellos. En consecuencia, el problema que se desprende de este tema es que existe una incoherencia entre los medios que utilizaremos para llevar a cabo una transición energética y el objetivo principal de la propia transición energética; que es alejarnos del calentamiento global. Además, la cuestión parece más compleja si tenemos en cuenta que el calentamiento global y la crisis medioambiental no son el único problema grave al que nos enfrentamos como sociedad, ya que los actuales problemas sociales y de desigualdad, junto con la inestabilidad política, también deben abordarse, considerando el entrelazamiento de los mismos.
La transición energética, como transición tecnológica, abarca aspectos cada vez más amplios de la vida cultural, económica y política de la sociedad moderna. Sin embargo, el desarrollo de las tecnologías no es la única implicación. En general, el enfoque de las áreas más técnicas, como la ingeniería, insiste mucho en la importancia de desarrollar nuevas tecnologías, pasando por alto a menudo la necesidad de considerar otros aspectos, como ¿cómo se desarrollan esas tecnologías y con qué recursos? ¿De dónde proceden? ¿A quién afectan y cómo?
Entendiendo que es urgente avanzar, también es necesario analizar estos diferentes ángulos para lograr una transición energética que esté a la altura de la situación global de policrisis en torno al peligro medioambiental y la desigualdad social rampante; en otras palabras, una Transición Energética Justa. Sin embargo, la mayoría de los relatos en torno a la transición energética fracasan en el intento de crear una narrativa que abra posibilidades donde las diferentes perspectivas se alineen en un terreno común para hacerla justa, dejando atrás mecanismos y puntos de vista extractivistas y neocoloniales.
La búsqueda de una historia convincente que arroje luz sobre una Transición Energética Justa me empujó a explorar la aplicación de teorías que tienen sus raíces en la justicia social, la soberanía energética, la horizontalidad y el fortalecimiento de las economías locales. Una de ellas es la Pluriversalidad, que hace hincapié en que «en este mundo debe haber un lugar para que coexistan muchos mundos» (Mignolo, Escobar and Frye). Me propuse, entonces, aplicar los siguientes principios de diseño y rediseño Pluriversal para analizar la posibilidad de una Transición Energética Justa, específicamente en Europa, considerando los metales necesarios para ello.
¿Cómo imaginas que se pueden utilizar estos principios en el ámbito de la transición energética? ¿Cómo los relacionas con los metales necesarios para construir las infraestructuras habilitadoras de las tecnologías de energías renovables?
Este texto procede de la tesis Mining Industry and Energy Transition Scenarios for Europe: Promoting a Pluriversal Approach que elaboré durante el máster TISE. El texto original podrá consultarse aquí pronto.
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