El mundo sin un sentido

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Los sentidos son una materia destinada a producir sentido

David Le Breton

Al principio, no podía oler nada en absoluto. Pensé que era parte del 40% de lxs enfermxs de covid que pierden el sentido del olfato por solo unos días. Uno, dos, tres meses después todavía no podía diferenciar si había usado desodorante o no ese día. En el cuarto mes parecía estar regresando en forma de un olor extraño y aleatorio en las cosas; sentada en el escritorio de mi oficina en casa sentía que el aire estaba a punto de quemarse: olía a gasolina. Lavándome las manos en el baño sentía que el jabón me dejaba un olor a baba que no sabría ni describir bien. En el sexto mes, evolucionó a lo que es ahora: un sentido aguado al que me resigno. Perder el olfato, tal como lo conocías, puede reconfigurar toda tu existencia.

Lo sé, suena exagerado. En la película Al final de los sentidos sucede una pandemia mundial que priva a las personas de sus sentidos, empezando por el olfato. Después de perderlo, la gente dice, una y otra vez, la vida continúa. Como quien dice que nada grave, que todo está bien, que es manejable. Después de todo es cierto lo que dice Shruti Swamy en su ensayo Perder el olfato: “Pienso en el olfato y en su hermano, el gusto, como los artistas de los sentidos. Son los que parecen existir más obviamente para el placer”. Para el placer, no para la productividad y bien sabemos que en este mundo lo segundo prima sobre lo primero. En la película las personas aún trabajaban y llevaban su vida más o menos fácilmente luego de perder esos dos sentidos. Y, por supuesto, yo he seguido con mi vida de la misma forma, no es como si hubiera perdido la vista, que es el sentido al que más relevancia le damos en el mundo occidental. Sin embargo, no me había dado cuenta de lo importante que era para mí el olfato, ese sentido que di siempre por sentado, hasta que lo perdí. Después de todo, oler también es una forma de ver el mundo, de experimentarlo.

Durante los primeros meses, la comida no sabía a nada. Mi relación con ella cambió por completo, solía comer solo porque tenía que hacerlo y no disfrutaba mucho de lo que masticaba y tragaba. Comer se convirtió en algo muy aburrido durante esos días, la nariz y la lengua eran órganos inútiles que me despojaban del deleite. La anosmia parecía transitoria y, de alguna manera, era más fácil vivirla; la ausencia de olor es mucho fácil de explicar que la distorsión del olor. Si alguien preguntaba, ¿sientes el olor del pollo que acabo de cocinar? o ¿sientes ese aroma fresco en el aire del parque fuera de la ciudad? Podía decir simplemente No, tuve covid y mi sentido del olfato aún no ha regresado. Pero, ¿Cómo explica una que el aire le huele a algo parecido a la gasolina y que la carne sabe igual?

El olor a gasolina y baba y otros al azar comenzaron a aparecer en mi vida diaria haciéndome creer que el sentido estaba regresando. Pensé que mi nariz y mi cerebro estaban aprendiendo de nuevo a sentir el mundo a través del olfato, y que solo tenía que ser paciente. Hasta que googlié. Limpie el interior de su nariz. Si su sentido del olfato o del gusto no vuelve a la normalidad en unas pocas semanas, vale la pena buscar el consejo médico de su especialista. Lo hice. Fui al otorrinolaringólogo y me recetó unas gotas de furoato de mometasona que a la semana de uso me hicieron sangrar la nariz. Después me mandó a hacer un TAC, que salió normal, dando pie al consejo médico más inútil y tal vez más frecuente: ten paciencia, volverá, prueba oler cosas fuertes, ten buen día y cierra la puerta por favor.

Tenía una taza de café de grano en mi escritorio para colocarla debajo de mi nariz de vez en cuando. También compré un difusor de aceites esenciales y gotas de lavanda, eucalipto, naranja dulce, ylang-ylang, limoncillo, cedro y menta para mantener en mi habitación, que todavía uso. Ahora, un año exacto después de perder el olfato, el jugo de maracuyá, mi favorito, tiene un sabor metálico, a veces más leve que otras, y mi perfume huele salado. No puedo disfrutar de una sopa con cilantro ni del pepino cohombro en ensaladas, su sabor es horrible. Es triste que la idea de buscar el olor de la persona que me gusta en las axilas de extrañxs en el autobús me parezca imposible ahora. Mi cerebro ya no registra el olor como antes, es como si me faltaran neuronas olfativas para preservarlo. ¿Cómo puedo encontrar algo desconocido, algo de lo que no tengo rastro?

El mundo no tenía sentido cuando no podía oler el aroma del pasto recién cortado. Ahora puedo sentirlo, pero no como antes y eso es algo que las palabras no me permiten explicar. A menudo me encuentro tratando de poner en palabras la distorsión en la que mi nariz me está poniendo a vivir y la mayoría de las veces fallo. Lo anterior tiene sentido; ya decía David Le Breton en su libro El sabor del mundo que “la descripción de un olor a alguien que no lo huele o no lo conoce es todo un reto” porque “los olores son una forma elemental de lo inexpresable”. Casi siempre usamos otras palabras o un juicio de valor para describir un olor: Huele mal o bien, huele a tierra húmeda, a sudor, a cebolla, a banano. Entonces, termino dando vueltas en torno a descripciones que no entiendo del todo y mi interlocutor tratando de pasar de esa parte aburrida de la conversación. Esta experiencia ha sido como sentirme expulsada del mundo de las otras, como si hubiera un mundo que solo existe para mí y otro paralelo para las personas que me rodean.

¿Cómo llamas a la nostalgia que se siente cuando se devuelve algo perdido, pero ha cambiado, tiene un rasguño, está descolorido? El olor construye tu memoria, te permite familiarizarte con el espacio, une las cosas de la vida que no puedes describir con palabras, incluso si lo deseas mucho. Algunos amamos a través del olfato. Escribir lo que ha significado para mí tener el sentido del olfato distorsionado es una forma de poner en palabras algo que todavía es indescriptible para mí, una forma de lidiar con el hecho de que mi nariz quizás nunca vuelva a oler como antes y que sigan apareciendo olores diferentes que ya no sé cómo nombrar en cosas que creía saber cómo olían. Cuando Swamy dice que los olores “dan a nuestra experiencia del mundo su color” le creo.

2 responses to “El mundo sin un sentido”

  1. Gran ensayo, y espero que algún momento puedas recuperar este menospreciado pero fundamental sentido. Hace poco vi un documental sobre la banda australiana INXS. Seguramente no te suena, pero también estoy seguro que al menos reconocerás alguna de sus canciones. Su final fue trágico. El vocalista, un músico muy famoso en su época, perdió el olfato por un golpe, y esto, junto a muchos otros problemas psicológicos que traía, lo cambiaron completamente. Comenzó a perder la memoria y a perder su identidad. Terminó suicidándose.

    1. Gracias Camilo. Mi olfato está un poco mejor, aunque creo que ya no volverá a ser el mismo. No sabía del caso de este vocalista, gracias por compartirmelo y leerme 🙂

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